Ars Ludendis

Pienso que si algo hay de común entre Jesús, Marx, Bob Dylan, Steve Jobs, las personas que te criaron o la persona mas cercana a cualquiera de nosotros en este momento, es que todas, absolutamente todas, hemos jugado, principalmente de niños.

El juego, ese algo, esa actividad, trabajo profesional para niños, o nido de fantasías, a mi parecer es lo más sagrado que tenemos, y no sólo en un sentido poético, sino que es nuestro motor de aquello que deseamos y probablemente aquel placer que nos ha sido arrebatado y del que buscamos sustituir a lo largo de nuestras vidas.

Fue hace dos años en el MUAC, que al visitar la exposición de Francis Alys con unos amigos, comencé a formar la idea de que el juego puede ser una fuerza enorme para mi vida adulta. Hay varios puntos que tanto de esa exposición como a posterior fui formado:

  1. El juego es universal, todos hemos jugado de niños, es casi imposible que no lo hayamos hecho, de hecho me atrevería a pensar que es algo casi natural, que se da por inercia, como si estuviéramos hechos para jugar. Por otro lado, incluso en los países devastados por la guerra o la hambruna, el juego se mantiene. No hay lugar en el mundo donde haya niños y no exista el juego.

  2. El juego tiene y no tiene reglas a la vez, parece que se mantiene en una delgada línea entre respetar las reglas impuestas por los niños, mismas que crean contradicciones durante el juego; por ejemplo, te dicen que algo se puede pero no en el sentido estricto en el que un adulto racionaliza su mundo, sino que algo es o no permitido bajo ciertas condiciones que no se comunican. Sin hacerlo más rebuscado, basta con que uno recuerde de niño las ideas o situaciones que poníamos pero que sólo nosotros entendíamos, si un adulto llegaba y no le encontraba sentido a lo que decíamos, rompía con el juego.

  3. Los juegos se repiten a lo largo del planeta; los mismos juegos que jugábamos de niños son aquello a los que jugaban en Corea, en Kazajistán o en alguna otra parte del mundo, tal vez con diferencias sutiles.

  4. El cómo jugar un juego es enseñado por otros niños, muy rara vez por un adulto. Entre niños se comunica cómo se juega, cómo se pierde o cómo se gana.

  5. En el juego todos somos expertos, pues cuando jugamos a ser médicos, no pensamos en que primero tenemos que jugar a pasar por una universidad, simplemente somos y somos los mejores médicos, no hay limitantes.

  6. El juego es el único hacer que el capitalismo no ha podido tocar, no hay forma de enajenar en el juego, no hay nada que vender ni nada que comercializar o mercantilizar. Por supuesto existe una industria de los juguete, de los videojuegos, juegos de mesa y n cantidad relacionables, pero no se necesita para poder jugar, y por su propia naturaleza en el juego no hay una idea de tener que producir, de tener que jugar más por jugar o ser más "productivo" al jugar. Como mencionaba en la universalidad, el juego se puede dar incluso cuando no se tiene más que palos de madera, no se necesita comprar nada ni sacrificar nada por jugar, es libre, es verdaderamente gratis y gratificante.


En la página de Charles Eames se lee lo siguiente:

For Ray and Charles Eames toys and games were serious business. Playing wasn’t just about having fun, but offered a means of approaching life through a new lens.

Pienso, que la idea


Es curioso que el juego es el tema del que somos expertos solo por el simple hecho de haber tenido infancia, pero que a su vez es el tema del que menos hablamos. Tal vez la pregunta sea ¿cómo volver a jugar?, ¿es necesario recordar lo que hacíamos para sentirnos como niños otra vez?

Yo pienso que no es tan sencillo, o igual y es jugar a jugar para hacerlo más fácil




emilio@milioe.com

Made with love and passion - 2025

emilio@milioe.com

Made with love and passion - 2025

emilio@milioe.com

Made with love and passion - 2025